Cuando los atletas se enfrentan a una maratón, no saben
siquiera si podrán terminarla. Es la prueba extrema, la que pone el cuerpo al
límite de sus posibilidades: 42,195 kilómetros de sufrimiento total. El cuerpo humano dispone de glucógeno
suficiente para correr 30 kilómetros, y a partir de ese momento debe acudir a
la grasa corporal para seguir corriendo, lo que hace que correr los 42
kilómetros de un maratón vaya más allá de su capacidad.
Si a eso se agrega que a la altura del
kilómetro 30 el corredor alcanza niveles importantes de fatiga a causa de la
deshidratación, de la elevación de la temperatura corporal y de la acumulación
de ácido láctico, llegar a la meta del maratón es una hazaña que puede tener
tintes dramáticos, incluso heroicos.
Parece como si el maratón hubiera sido
diseñado para poner a prueba los límites del ser humano, retándolo a correr una
distancia lo suficientemente larga para llevarlo al extremo de su resistencia mental,
emocional y física, si quiere completar un maratón.
Para
poder enfrentarte a ella hay que entrenar duro, muy duro. Es quizá lo que menos
me guste, lo que peor llevo. Solo yo se lo que he sufrido para entrenar día
tras día, obligándome a correr, lloviese o hiciese un calor bochornoso. Si
correr es duro para cualquier persona, para alguien a quien no le guste correr,
como a mí, todavía más.
Preparar
una maratón en septiembre, ha significado entrenamientos durante todo el
verano. Correr con 40º día tras día compaginando el trabajo y los viajes, y
madrugar durante las vacaciones para realizar ya salidas más largas, con gran
humedad en el ambiente. Y todo para
llegar en la mejor forma posible, para que la carrera no se convierta en una
pesadilla. Se ha hecho largo, pero ha merecido la pena.
Como
indica el título de este relato, todo queda relegado a segundo plano. 10 días
antes de la carrera, mientras miraba cuando se podía uno inscribir para la
siguiente meta, la Maratón de Chicago, leí un relato de una persona que me dejó
tocado. Relataba cómo antes de correr su 15º Maratón consecutivo de Chicago, su
meta no iba a ser mejorar su tiempo, ni correr la milla más rápida, ni siquiera
posiblemente poder acabar la carrera….simplemente quería empezar, salir, aunque
fuera el último, y dar unas zancadas….
En su
preparación para esa 15ª participación, se había apuntado a la media maratón de
NY. Estaba preparada. Todo listo, las zapatillas a punto, la indumentaria
lista. Se vistió, salió del hotel y se dirigió al lugar de la salida. Un coche
la atropelló.
Cuando
estaba tendida en el suelo pensaba como todo se acababa. Se moría. Cómo había
podido pasarle eso. En ese momento sólo sus amigos y familia estaban allí.
Pasaban rápidamente por su mente. Afortunadamente y tras meses en el Hospital,
pudo ir recuperándose poco a poco y ahora su ilusión simplemente era estar en
la salida.
Es por
eso que todos vosotros, familia y amigos, estáis ahí conmigo en la salida,
acompañándome en esos 42km. Unos leeréis este relato, otros muchos no os lo
enviaré nunca, pero todos me habréis trasmitido un poquito de vuestra energía.
Y
comenzamos ya el relato propio de la carrera.
Llegamos a Berlín ciudad sobre las 20h del jueves 23 de
septiembre de 2010. Dejamos las maletas en el hotel, y decidimos ir a cenar algo ya que desde el desayuno no hemos
probado bocado. Un pequeño paseo por los alrededores del hotel para situarnos,
con visita a una galería de arte alternativa incluida. Decidimos ir a dormir
pronto, pues al día siguiente queríamos aprovecharlo para visitar Berlín cuanto
más mejor.
El viernes nos vamos a recoger el dorsal a la feria del
corredor situado en un antiguo aeropuerto: Tempelhof. El ambiente que allí se
respira y la cantidad de stands y corredores que hay me empieza a poner en
situación que el domingo voy a vivir algo grande.
En esta foto podéis ver el vestíbulo que daba la entrada a la feria:
En esta foto podéis ver el vestíbulo que daba la entrada a la feria:
El sábado a las 9.30 se celebra la carrera de
confraternización, similar a la que hacen en New York. Aquí la llaman,
Breaksfast Run, porque al finalizar, te dan un abundante desayuno. La carrera
en sí, de 6km, no es muy llamativa. Organización la justa. Sale del Palacio de
Charlottenburg, y llega al Estadio Olímpico. Es ahí donde uno se emociona, al
entrar a la pista de atletismo y la gente aplaudiendo. Es una experiencia
bonita.
Pasamos el resto del día visitando Berlín y haciendo algunas
compras. Las piernas están algo cargadas y a uno le asaltan las primeras dudas.
Llega el domingo. No hay prisa en levantarse, pero los nervios ya empiezan a aparecer y después de 7h de sueño el cuerpo ya no aguanta más en la cama. A las 7.15 bajo a desayunar. Amanece lloviendo y mientras desayunamos Carmen nos prepara unos impermeables con unas bolsas grandes de basura que nos facilita el hotel. La verdad es que la gente del Hotel se vuelca con los corredores.
Los únicos que estábamos desayunando éramos los corredores
(en el hotel había más corredores además de Perico y yo. El ambiente sí era de
un poco nerviosismo, todos teníamos ganas de acabar de desayunar y largarnos
cuanto antes para tomar sitio en los cajones de salida. Del hotel a la salida
había como unos 20 minutos andando.
A las 7:45 salía del hotel camino de la puerta de Brandenburgo, donde era la salida.
A las 8:10 aprox entro en el cajón. El tiempo seguía lluvioso, pero al menos no hacia frio.
El speaker no para de hablar, pero siempre en alemán. La organización tendría que darse cuenta que a esta maratón viene gente de muchos países que no entienden alemán. Deberían traducir al inglés (sino al español). La espera hace que los nervios empiecen a aflorar, pero trato de pensar en que todo está hecho y ya sólo falta correr. La concentración es total.
Con puntualidad alemana, a las 9:03 dan el pistoletazo de salida. Estoy en el cajón G y salimos con la ola 2. Pasan pocos minutos ente la ola 1 y la 2. La calle de salida es amplia y donde estamos no hay problemas de espacio, por lo que podemos correr desde el primer momento.
A las 7:45 salía del hotel camino de la puerta de Brandenburgo, donde era la salida.
A las 8:10 aprox entro en el cajón. El tiempo seguía lluvioso, pero al menos no hacia frio.
El speaker no para de hablar, pero siempre en alemán. La organización tendría que darse cuenta que a esta maratón viene gente de muchos países que no entienden alemán. Deberían traducir al inglés (sino al español). La espera hace que los nervios empiecen a aflorar, pero trato de pensar en que todo está hecho y ya sólo falta correr. La concentración es total.
Con puntualidad alemana, a las 9:03 dan el pistoletazo de salida. Estoy en el cajón G y salimos con la ola 2. Pasan pocos minutos ente la ola 1 y la 2. La calle de salida es amplia y donde estamos no hay problemas de espacio, por lo que podemos correr desde el primer momento.
Hay gente animando, aunque si lo comparamos nuevamente con NY, mucha menos. Bien es verdad que el día no anima, pues con tanta lluvia, la verdad es que hay que tener muchas ganas para salir a la calle y animar a esos 37.000 chalados corriendo bajo la lluvia.
Hay música durante todo el recorrido: música en vivo,
grabada, música moderna, clásica, batukadas... Es impresionante. 60 bandas
distribuidas por los 42195 metros.
Habíamos quedado con Carmen y Paloma en 3 puntos para que
nos animaran (y al final fueron 4, pues hubo uno sorpresa). El km8, casi
enfrente del hotel. Ahí la carrera se agolpaba un poco, pero fue fácil
encontrarse. Dejé ahí la sudadera y la camiseta de agradecimientos ya empapadas
por la lluvia, y me quedé ya solo con la camiseta dorsal, que también estaba ya
empapada, pero afortunadamente, no sentía frio, y tampoco calor.
Pasan 10 km y yo voy muy bien. El ritmo es más tranquilo que el que llevamos en Nueva York. Es muy cómodo para mí. Perico quiere ir de menos a más. Calentar motores, así es que me acoplo a su ritmo. Queríamos acabar juntos.
Voy cogiendo agua en cada avituallamiento y cada 3km aprox
voy bebiendo algo de agua con sales que llevo conmigo.
Vamos llegando a la zona de Friedrishain y
Alexanderplatz. La arquitectura comunista lo delata. Las avenidas son muy
amplias, se corre muy bien.
Cruzamos un puente en Alexanderstrasse y entramos en Kretuzberg. No nos fijamos
mucho en los barrios. O si nos fijamos, yo no me acuerdo. Hay mucha gente. No
siempre animan mucho, pero hay mucha gente. Y algunas banderas españolas.
El km19 era el segundo punto de encuentro. Un cruce de
calles elegido sobre plano, por lo que habría que estar atentos. Nos
encontramos también sin problemas, y ya con más emoción. Casi se me olvida que
es ahí donde tengo que coger el plátano, pero Paloma está muy atenta, y el
avituallamiento es perfecto.
Pasamos el km 20 y el ritmo sigue bajo, pero al menos constante. Le pregunto qué tal va, aunque su cara ya me dice que no muy boyante. Decido seguir corriendo con él, por si es un mal momento, aunque ya me comenta que va con las piernas muy cargadas. El en km24 le miro y ya tiene una cara de mucho sufrimiento, no hace falta que le pregunte mucho. Tiene ya las piernas como tablas. Hemos bajado mucho el ritmo, por lo que nos damos la mano y nos despedimos en ese punto. Esta vez la despedida no es tan dura. Lo habíamos hablado antes de la carrera, pues yo no quería forzarle y él me animaba a que siguiera yo a mi ritmo. Además, le veo convencido de acabar corriendo, a su ritmo, pero corriendo. Ese es su objetivo, y lo logró.
Empiezo a incrementar el ritmo, aunque con un poco de miedo.
Todavía quedan 18 km, y eso son muchos kilómetros. No quiero quemarme, y que
luego me venga abajo. Pero me siento bien, y sigo aumentando el ritmo.
Recuerdo unas señoras tocando tambores, como locas. Un
grupo de percusión brasileño, un grupo de country con una cantante buenísima,
unos viejos rockeros, varios grupos de ritmo africano, otro de jazz… ¡Qué pena
no poder parar!
.
Los kilómetros pasan y la lluvia continúa. Me encuentro bien. Bebiendo en cada avituallamiento. Como no dan las cómodas botellitas, sino vasos de plástico, es difícil no mojarse. De hecho, es un poco caótico.
Los kilómetros pasan y la lluvia continúa. Me encuentro bien. Bebiendo en cada avituallamiento. Como no dan las cómodas botellitas, sino vasos de plástico, es difícil no mojarse. De hecho, es un poco caótico.
Yo disfruto viendo la gente que hay en las aceras, sintiendo la música. Levanto la cabeza e intento ver la cantidad de monumentos históricos por los que pasamos.
Avanzamos hacia Ku’Damm y Charlottenburg. Se alterna el
bullicio con zonas de silencio. Una calle es más sombría y estrecha..Ya estamos
en el kilómetro 30. Hay más ambiente. Es un barrio del Berlín occidental.
En el kilómetro 32, y ante todavía 10 km para la meta, el miedo al muro puede llegar a aparecer. Pero de repente oigo un “David”, y miro hacia la derecha, y ahí estaban Carmen y Paloma. Este era el punto kilométrico sorpresa, y la verdad es que me animó mucho, porque no me lo esperaba.
Ahora empezaba la verdadera maratón, pues no sabía cómo iba
a reaccionar el cuerpo después de todos estos kilómetros. Había ido
incrementando el ritmo paulatinamente, pegándome a corredores que iban a buen
ritmo, y que en muchos casos, al final terminaba pasando, pues yo cada vez me
sentía mejor. He optado por buscar mi propio ritmo. Un
paso que me hiciese trabajar con un poco más de exigencia. Que me hiciese notar
que en cualquier momento me podía ver con la paleta y el cemento. Pero los
berlineses tienen muy presente su controvertido pasado y te alientan con sus
ánimos para espantar cualquier tentativa de muro. Ese es el objetivo de la
marabunta de público que cubre la totalidad de los 42,195 kms. Proteger su
cuidad frente al zapatillero con tirantes que pretende doblegarse y
entretenerse con la mezcla y los ladrillos. Y cuando en los últimos kilómetros
aparece el desfallecimiento, la resistencia germana con sus tambores, sus
altavoces, sus cánticos y sus ánimos te empujan a cruzar la puerta de Brandenburger
con los brazos en alto y agradeciendo a todos y cada uno de los presentes su
empeño por no permitirme ceder ante la crisis.
En el kilometro 34, está la famosa iglesia semiderruida, que
yo todavía no conocía, pero que Carmen me había comentado y a continuación el
monumento que simboliza la unión de las dos Alemanias. A pesar de no haber
estado nunca allí, pero tenerlo presente pues me lo había comentado Carmen,
hace que corra con interés y mirando de un lado a otro para no perderme
detalle.
Empiezo a reconocer las calles, pues pasamos por la Plaza de
las Catedrales, una de las más bonitas de Europa, según dicen. Estamos sobre el
km 38, y vamos a llegar al edificio que tiene mi empresa allí. Reconocer calles
y recorrido hace que el correr sea más cómodo. Esta última parte de la carrera,
en principio la más dura, se me hace llevadera gracias a conocer esos últimos
kilómetros.
En el km 41 estaba situado el último punto de encuentro. Enfilando Unter den Linden, esquina con Friedrich. Ahí voy ya a todo lo que me dan las piernas. Hago un saludo rápido a las chicas, y ya a lo lejos veo la puerta de Brandenburgo. Aprieto dientes y tiro pa'lante. Cruzo la puerta y todavía quedan 195m. Dios mío, que se acabe esto de una vez... Y se acabó. Cruzo la línea de meta, me cuelgan la medalla y me emociono.
La gente ruge (no por mí claro, pero da igual).. Muy contento y orgulloso de mi carrera, de mi mujer, de mis amigos. Jamás pensé que este maratón acabaría tan bien. Ha sido muy emocionante. Como todos, vaya.
Y este reto se ha acabado. Ahora toca pensar en la
siguiente...
El
objetivo de los 5 grandes, un poquito más cerca…..