Comenzamos
nuestra aventura, miércoles por la tarde, saliendo desde Madrid, otra de las
grandes ventajas este año, que era la Décima Edición de la carrera.
Vuelo a
Casablanca y luego a Errachidia, donde llegamos cerca de la 01:00, y traslado
en jeep al hotel Kasbah Xaluca de Arfoud. Total, que cerca de las 02:30, para
empezar ya “maduros” el viaje.
Afortunadamente,
al día siguiente, teníamos libre, a la espera de que llegara el grupo de
Barcelona (unos 180). Los 38 que vinimos desde Madrid, aprovechamos el día para
visitar el mercadillo de Rissani, muy antiguo, y dando ya una visión real de la
pobreza que hay en esta parte de Marruecos.
Después, nos
acercamos a un mirador natural, para tener la primera toma de contacto con las
vistas del desierto. Es una zona “marciana” rojiza, donde la NASA prueba sus
artilugios por lo parecida que es la superficie al planeta rojo.
La comida se
organizó en una pizzería – típica marroquí-, también del dueño de los hoteles
Xaluca (Lluis), que nos acompañó durante todo el día.
Por la tarde,
piscina y relax, para ya ir después al primer briefing, ansioso por conocer los
primeros detalles de la carrera.
El viernes 12,
primera etapa, de 15km, saliendo a las 9:00, y con 3 tramos de dunas, de
400metros justo en la salida, 500m sobre el km9 y 2km del km13 al 15. Tenía
claro que no iba a correr en las dunas, a pesar de llevar polainas, pues la
arena se metía por todas partes, y al final, provoca ampollas. Así es que esa
primera etapa, corrí con cabeza, y empezamos Peri y yo tranquilos. Me paré las
3 veces según salí de las dunas a quitarme las zapatillas y vaciármelas de
arena. No podéis imaginar qué cantidad. Corrí 12km con él. Luego, ya sabiendo
que era imposible perderse – el camino estaba marcado cada 3-5 metros con cal-,
fui un poco a mi ritmo y disfruté de los 2 últimos km de dunas. La sensación de
la etapa fue de corta, de ganas de comenzar la prueba. El ambiente era
realmente festivo. Se acababa nuevamente en el hotel, por lo que, directos a la
piscina a relajarse y comentar los detalles de la etapa.
Por la tarde,
a las 15h, dejamos el hotel y fuimos en los 4x4 visitando pequeños pueblecitos
nómadas, gente que vive en medio de la nada. A mitad de la tarde, cambiamos los
4x4 por dromedarios, algo realmente típico y que fue una gran atracción y
diversión para todos.
Los tiempos
eran medidos, pero no tenías la sensación de ir corriendo a ningún sitio.
Fantástica organización.
Subimos con los
dromedarios a unas colinas, justo cuando quedaban unos minutos para la puesta
de sol. Espectacular. Qué paisaje!. Qué vivencia!
Luego,
aprovecharon los dueños de los dromedarios para vendernos artículos locales,
fósiles, colgantes, etc…Con algo de regateo, claro!
Volvimos con
los dromedarios y nos dejaron justo donde íbamos a dormir, en la Belle Etoile
de Erg Chebi (lugar/desierto donde nos encontramos). Eran haimas, individuales,
con su baño y ducha, separadas por alfombras, increíble lo que tenían montado
allí. Nada más entrar en la haima, habían dejado los trajes tradicionales
encima de la cama para que nos los pusiéramos para ir a cenar. Así, todos
vestidos e “integrados”, fuimos al nuevo briefing donde explicaron la nueva
etapa -21km, con 2 km de dunas, delkm15 al 17, y pista pedregosa en general para
correr.
Los
avituallamientos estaban cada 4km, y al final de la etapa, cada 3km (15-18-21)
Nos levantamos
muy pronto – 06:20, para vestirnos e ir a ver el nacimiento del sol en el
desierto. Algo de fresco, y tardó en “levantar” puesto que había algo de
neblina cerca de las montañas, por lo que la verdad, fue un poco pérdida de
tiempo (casi 1h ahí de pie, acompañado de un guía que te “localiza” la mejor
posición para verlo, pero que su fin último era que le compraras los artículos
locales…
Tras un
desayuno copioso, salimos desde el hotel, de nuevo a las 9:00. LA modalidad
caminante salía a las 8:00. Corrí con Peri unos 6,5km, pero cuando vi que ya le
estaba forzando mucho, decidí que era el día de tirar yo a mi ritmo. Me propuse
adelantar a 20, así es que apreté. Iba cómodo y los kilómetros pasaban rápido.
Además conseguí adelantar a esos 20-25 corredores, hasta que llegué a la altura
de una chica italiana que conocía, Paola, y decidí correr a su ritmo.
Conversamos unos cuantos kilómetros, hasta que ella paró para ir al “baño”. Yo
continué por esos caminos pedregosos, llegando sobre el km14 a un pueblecito,
donde comenzaron a llegar niños. Yo tenía preparado unos bolígrafos, jabones y
alimentos energéticos, y comencé a repartirlos. Al ver que comenzaba a
repartir, me vinieron todos los niños, cruzándose. Fue un momento peligroso,
porque tenía que esquivarlos como podía y estuve 3-4 veces a punto de
trastabillarme y caerme. Logré dar todo el material y lancé el último boli al
aire para que me dejaran ya retomar la carrera.
En el km15,
último avituallamiento antes de las dunas. Dunas espectaculares. Me parecieron
mucho más grandes que el día anterior. Fui andando. Reservando fuerzas, y sobre
todo, porque es complicadísimo correr, además de que se mete toda la arena en
la zapatilla, a pesar de las polainas. Sentí calor, mucho calor. Vamos, lo que
se siente en el desierto!!. Me sentí identificado con esos protagonistas de
películas en el desierto, andando, moribundos, por las dunas, con la diferencia
que yo sabía que en breve tendría otro avituallamiento.
En cualquier
caso, al salir de las dunas, y tras la parada para vaciar las zapatillas de
arena, el terreno se volvió blando, no pista dura como antes, por lo que era
muy difícil mantener el ritmo que llevaba hasta el km15. Fueron unos kilómetros
muy duros. Notaba el cansancio, el sol, la dureza de la prueba. Creía notar el
comienzo de ampollas en los pies, por culpa de la arena, y me dolía una uña,
debido a la arena acumulada en la zapatilla y que al trotar, golpeaba mucho más
fuerte con el tope de la zapatilla. Se me hizo largo, muy largo. Apreté los
dientes como pude, y llegué a meta, pero sin disfrutar. Agotado y sediento.
Tras beber
abundantemente en meta, el nuevo hotel, Kasbah Tombouctou, y su nueva piscina,
completaron mi recuperación.
Tras la
comida, por la tarde, cogimos de nuevo el 4x4 y recorrimos parte de una de las
etapas del rally Paris-Dakar, llegando a la duna de Merzouga, una de las más
altas de Marruecos.
Ahí, se
organizó por primera vez y como evento especial por la Décima Edición de la
carrera, una cronoescalada a la duna, pero que no contabilizaba en los tiempos
totales.
150 metros de
desnivel, 350 metros lineales. Unos 20 valientes se atrevieron al desafio. Fue
gracioso ver como no dependía tanto la velocidad en el correr, sino la técnica,
la fuerza, el poco peso. Los favoritos tomaron ventaja y parecía claro quién
iba a ganar, hasta que en la mitad de recorrido, donde la duna es una auténtica
pared en vertical que es casi imposible subir, una chica fue poco a poco
recortando distancias, y superando al favorito, dejándole con cara de asombro y
ella tan fresca subiendo con su técnica y poco peso. Ganó y se llevó los
aplausos de todos.
Regresamos al
hotel y tuvimos el último briefing. Nuevamente salida a las 9:00, con 26km de
etapa, y 1km al final de dunas. Todo en línea recta, para llegar al Oasis de
Tisserdimine, lugar donde rodaron parte de los exteriores dela película Sahara.
En el
briefing, nos presentaron a Abdelkader El Mouaziz, campeón de la Maratón de NY
y Londres, y con record varios, como ser el corredor que más veces corrió
maratones por debajo de las 2h10. Fue un momento emotivo.
Nos levantamos
otra vez muy pronto, dejando el hotel a las 07:45, maletas hechas y con 30
minutos de jeep para llegar a la nada, o como dicen los ingleses, “in the
middle of nowhere”. Ahí, 45 minutos esperando de pie, sin mucho que hacer,
calentando/estirando o resguardándonos del sol como podía tras el arco de
salida.
Me planteé la
etapa de forma tranquila. Quería reservar fuerzas y no llegar tan cansado como
en la etapa anterior. Además, ya notaba en las piernas cierta pesadez por los
kilómetros recorridos en las dos anteriores etapas.
Corrí con Peri
unos 8km, a ritmo tranquilo. Tras ver que él ya no tenía ganas de continuar con
el ritmo, fui buscando gente con la que engancharme. Una chica de Barcelona que
aguantó hasta el km 12, y después, con 2 chicas de Málaga, que iban regular por
el tema de ampollas y cierto cansancio, por lo que al final me quedé sólo con
una de ellas, Merche, que habíamos conocido durante el viaje y eran una pareja
agradable.
Corrimos
bastante conjuntados hasta el km 20. Ahí noté que se me cerraba el estómago y
no podía ingerir bien el agua. Hay que decir que la noche anterior me había afectado
una pequeña diarrea propia de estos lugares – tema del agua que usan al
cocinar, etc…por lo que, aunque el siguiente avituallamiento estaba en el km23,
sobre el km21,5 tuve que parar y dejarla ir, aunque posteriormente volvimos a
salir juntos desde el km23.
Pero ya iba
tocado. Justo. Ahí Carmen jugó un papel fundamental. Al verla en el km23 le
dije que corriera conmigo los 3 últimos km. Así me forzaría a correr o trotar
el mayor tiempo posible. Sobre el km24, comenzó el km de duna, excusa perfecta
para andar y reponer fuerzas. Carmen trotaba y estaba unos metros por delante,
y yo me obligaba a dar trotes discontinuos para cogerla y no estar caminando
esta última parte de la etapa y de la prueba.
Vi que teníamos
cerca por delante a 2 corredores, también algo tocados como yo, pero a la vez, otros
2 corredores iban ganándonos terreno por detrás. A 900m de la llegada, me
despedí de Carmen y saqué fuerzas de donde no tenía para arrancar con fuerza y
pasar a los 2 corredores que tenía por delante. Intentaron subir su ritmo, pero
ya era tarde, yo iba lanzado y desistieron en pocos metros. Llegué a meta
contento, con fuerza. El Oasis, idílico, con sus palmeras y las mesas
preparadas para la barbacoa que tomaríamos de comida.
Duchas con
agua caliente, y bar con cervezas fresquitas…que más se puede pedir.
Otro de los
momentos emotivos de esta carrera, es que por tradición, tanto en la segunda
como la tercera etapa, todos los corredores van al arco de llegada para
aplaudir al último clasificado. Es todo un detalle y desde luego, la cara de
felicidad que tenía la mujer que llegó corriendo y veía a todos los compañeros
de carrera aplaudiendo y animándola, era de una felicidad extrema.
Comimos
relajados todos, comentado todo lo que habíamos vivido durante estos días,
sabiendo que llegábamos al final.
Después de la
comida, al salir con la bolsa de deporte y las zapatillas en la mano, se me
acercó un niño gritando y señalando “zapatillas”. Le di una zapatilla que
agarró como un tesoro, cuando otra niña me pedía la otra. Le dije al chico,
necesitarás las 2, no? Y le di la segunda zapatilla quedándose abrazado a
ellas.
Cogimos los
4x4 de vuelta para el hotel Xaluca de Arfoud, donde pasaríamos la tarde
relajados en la piscina.
Por la noche,
se celebró la entrega de premios, no solo a los ganadores –trofeos, sino a
todos los que finalizaron la prueba, que fueron llamados por su nombre para
subir a recoger la medalla, que estaba personalizada, y además era un fósil en
forma de medalla grabada. Una excelente forma de acabar la experiencia de esta
carrera.
Tras la cena,
y aunque apetecía quedarse uno comentando y charlando tranquilamente, fuimos a
descansar, pues al día siguiente, salíamos a las 5:00 en dirección Casablanca,
donde haríamos escala 5-6 horas, que aprovechamos para visitar la segunda
mezquita más grande del mundo, con capacidad para 25.000 personas, y dar una
pequeña vuelta por la ciudad.
Ya de regreso
en Madrid, despedidas con todos los corredores y acompañantes, pues al final,
se forma un grupo agradable de gente. Todos muy contentos por la experiencia y
por la fantástica organización durante todo el viaje. Experiencia sin duda para
repetir. Quién sabe si algún día !!