Translate

jueves, 18 de octubre de 2018

Desert Run, más que una carrera

            Tras muchos años queriendo correr esta prueba, por fin encontramos la posibilidad, tiempo y ganas para poder ir a correr en el desierto.

Comenzamos nuestra aventura, miércoles por la tarde, saliendo desde Madrid, otra de las grandes ventajas este año, que era la Décima Edición de la carrera.

Vuelo a Casablanca y luego a Errachidia, donde llegamos cerca de la 01:00, y traslado en jeep al hotel Kasbah Xaluca de Arfoud. Total, que cerca de las 02:30, para empezar ya “maduros” el viaje.

Afortunadamente, al día siguiente, teníamos libre, a la espera de que llegara el grupo de Barcelona (unos 180). Los 38 que vinimos desde Madrid, aprovechamos el día para visitar el mercadillo de Rissani, muy antiguo, y dando ya una visión real de la pobreza que hay en esta parte de Marruecos.

Después, nos acercamos a un mirador natural, para tener la primera toma de contacto con las vistas del desierto. Es una zona “marciana” rojiza, donde la NASA prueba sus artilugios por lo parecida que es la superficie al planeta rojo.

La comida se organizó en una pizzería – típica marroquí-, también del dueño de los hoteles Xaluca (Lluis), que nos acompañó durante todo el día.

Por la tarde, piscina y relax, para ya ir después al primer briefing, ansioso por conocer los primeros detalles de la carrera.

El viernes 12, primera etapa, de 15km, saliendo a las 9:00, y con 3 tramos de dunas, de 400metros justo en la salida, 500m sobre el km9 y 2km del km13 al 15. Tenía claro que no iba a correr en las dunas, a pesar de llevar polainas, pues la arena se metía por todas partes, y al final, provoca ampollas. Así es que esa primera etapa, corrí con cabeza, y empezamos Peri y yo tranquilos. Me paré las 3 veces según salí de las dunas a quitarme las zapatillas y vaciármelas de arena. No podéis imaginar qué cantidad. Corrí 12km con él. Luego, ya sabiendo que era imposible perderse – el camino estaba marcado cada 3-5 metros con cal-, fui un poco a mi ritmo y disfruté de los 2 últimos km de dunas. La sensación de la etapa fue de corta, de ganas de comenzar la prueba. El ambiente era realmente festivo. Se acababa nuevamente en el hotel, por lo que, directos a la piscina a relajarse y comentar los detalles de la etapa.

Por la tarde, a las 15h, dejamos el hotel y fuimos en los 4x4 visitando pequeños pueblecitos nómadas, gente que vive en medio de la nada. A mitad de la tarde, cambiamos los 4x4 por dromedarios, algo realmente típico y que fue una gran atracción y diversión para todos.

Los tiempos eran medidos, pero no tenías la sensación de ir corriendo a ningún sitio. Fantástica organización.

Subimos con los dromedarios a unas colinas, justo cuando quedaban unos minutos para la puesta de sol. Espectacular. Qué paisaje!. Qué vivencia!
 


Luego, aprovecharon los dueños de los dromedarios para vendernos artículos locales, fósiles, colgantes, etc…Con algo de regateo, claro!

Volvimos con los dromedarios y nos dejaron justo donde íbamos a dormir, en la Belle Etoile de Erg Chebi (lugar/desierto donde nos encontramos). Eran haimas, individuales, con su baño y ducha, separadas por alfombras, increíble lo que tenían montado allí. Nada más entrar en la haima, habían dejado los trajes tradicionales encima de la cama para que nos los pusiéramos para ir a cenar. Así, todos vestidos e “integrados”, fuimos al nuevo briefing donde explicaron la nueva etapa -21km, con 2 km de dunas, delkm15 al 17, y pista pedregosa en general para correr.

Los avituallamientos estaban cada 4km, y al final de la etapa, cada 3km (15-18-21)

Nos levantamos muy pronto – 06:20, para vestirnos e ir a ver el nacimiento del sol en el desierto. Algo de fresco, y tardó en “levantar” puesto que había algo de neblina cerca de las montañas, por lo que la verdad, fue un poco pérdida de tiempo (casi 1h ahí de pie, acompañado de un guía que te “localiza” la mejor posición para verlo, pero que su fin último era que le compraras los artículos locales…

Tras un desayuno copioso, salimos desde el hotel, de nuevo a las 9:00. LA modalidad caminante salía a las 8:00. Corrí con Peri unos 6,5km, pero cuando vi que ya le estaba forzando mucho, decidí que era el día de tirar yo a mi ritmo. Me propuse adelantar a 20, así es que apreté. Iba cómodo y los kilómetros pasaban rápido. Además conseguí adelantar a esos 20-25 corredores, hasta que llegué a la altura de una chica italiana que conocía, Paola, y decidí correr a su ritmo. Conversamos unos cuantos kilómetros, hasta que ella paró para ir al “baño”. Yo continué por esos caminos pedregosos, llegando sobre el km14 a un pueblecito, donde comenzaron a llegar niños. Yo tenía preparado unos bolígrafos, jabones y alimentos energéticos, y comencé a repartirlos. Al ver que comenzaba a repartir, me vinieron todos los niños, cruzándose. Fue un momento peligroso, porque tenía que esquivarlos como podía y estuve 3-4 veces a punto de trastabillarme y caerme. Logré dar todo el material y lancé el último boli al aire para que me dejaran ya retomar la carrera.
 
 

En el km15, último avituallamiento antes de las dunas. Dunas espectaculares. Me parecieron mucho más grandes que el día anterior. Fui andando. Reservando fuerzas, y sobre todo, porque es complicadísimo correr, además de que se mete toda la arena en la zapatilla, a pesar de las polainas. Sentí calor, mucho calor. Vamos, lo que se siente en el desierto!!. Me sentí identificado con esos protagonistas de películas en el desierto, andando, moribundos, por las dunas, con la diferencia que yo sabía que en breve tendría otro avituallamiento.

En cualquier caso, al salir de las dunas, y tras la parada para vaciar las zapatillas de arena, el terreno se volvió blando, no pista dura como antes, por lo que era muy difícil mantener el ritmo que llevaba hasta el km15. Fueron unos kilómetros muy duros. Notaba el cansancio, el sol, la dureza de la prueba. Creía notar el comienzo de ampollas en los pies, por culpa de la arena, y me dolía una uña, debido a la arena acumulada en la zapatilla y que al trotar, golpeaba mucho más fuerte con el tope de la zapatilla. Se me hizo largo, muy largo. Apreté los dientes como pude, y llegué a meta, pero sin disfrutar. Agotado y sediento.

Tras beber abundantemente en meta, el nuevo hotel, Kasbah Tombouctou, y su nueva piscina, completaron mi recuperación. 


 
Tras la comida, por la tarde, cogimos de nuevo el 4x4 y recorrimos parte de una de las etapas del rally Paris-Dakar, llegando a la duna de Merzouga, una de las más altas de Marruecos.

Ahí, se organizó por primera vez y como evento especial por la Décima Edición de la carrera, una cronoescalada a la duna, pero que no contabilizaba en los tiempos totales.

150 metros de desnivel, 350 metros lineales. Unos 20 valientes se atrevieron al desafio. Fue gracioso ver como no dependía tanto la velocidad en el correr, sino la técnica, la fuerza, el poco peso. Los favoritos tomaron ventaja y parecía claro quién iba a ganar, hasta que en la mitad de recorrido, donde la duna es una auténtica pared en vertical que es casi imposible subir, una chica fue poco a poco recortando distancias, y superando al favorito, dejándole con cara de asombro y ella tan fresca subiendo con su técnica y poco peso. Ganó y se llevó los aplausos de todos.

Regresamos al hotel y tuvimos el último briefing. Nuevamente salida a las 9:00, con 26km de etapa, y 1km al final de dunas. Todo en línea recta, para llegar al Oasis de Tisserdimine, lugar donde rodaron parte de los exteriores dela película Sahara.

En el briefing, nos presentaron a Abdelkader El Mouaziz, campeón de la Maratón de NY y Londres, y con record varios, como ser el corredor que más veces corrió maratones por debajo de las 2h10. Fue un momento emotivo.

Nos levantamos otra vez muy pronto, dejando el hotel a las 07:45, maletas hechas y con 30 minutos de jeep para llegar a la nada, o como dicen los ingleses, “in the middle of nowhere”. Ahí, 45 minutos esperando de pie, sin mucho que hacer, calentando/estirando o resguardándonos del sol como podía tras el arco de salida.

Me planteé la etapa de forma tranquila. Quería reservar fuerzas y no llegar tan cansado como en la etapa anterior. Además, ya notaba en las piernas cierta pesadez por los kilómetros recorridos en las dos anteriores etapas.
 


Corrí con Peri unos 8km, a ritmo tranquilo. Tras ver que él ya no tenía ganas de continuar con el ritmo, fui buscando gente con la que engancharme. Una chica de Barcelona que aguantó hasta el km 12, y después, con 2 chicas de Málaga, que iban regular por el tema de ampollas y cierto cansancio, por lo que al final me quedé sólo con una de ellas, Merche, que habíamos conocido durante el viaje y eran una pareja agradable.

Corrimos bastante conjuntados hasta el km 20. Ahí noté que se me cerraba el estómago y no podía ingerir bien el agua. Hay que decir que la noche anterior me había afectado una pequeña diarrea propia de estos lugares – tema del agua que usan al cocinar, etc…por lo que, aunque el siguiente avituallamiento estaba en el km23, sobre el km21,5 tuve que parar y dejarla ir, aunque posteriormente volvimos a salir juntos desde el km23.

Pero ya iba tocado. Justo. Ahí Carmen jugó un papel fundamental. Al verla en el km23 le dije que corriera conmigo los 3 últimos km. Así me forzaría a correr o trotar el mayor tiempo posible. Sobre el km24, comenzó el km de duna, excusa perfecta para andar y reponer fuerzas. Carmen trotaba y estaba unos metros por delante, y yo me obligaba a dar trotes discontinuos para cogerla y no estar caminando esta última parte de la etapa y de la prueba.

Vi que teníamos cerca por delante a 2 corredores, también algo tocados como yo, pero a la vez, otros 2 corredores iban ganándonos terreno por detrás. A 900m de la llegada, me despedí de Carmen y saqué fuerzas de donde no tenía para arrancar con fuerza y pasar a los 2 corredores que tenía por delante. Intentaron subir su ritmo, pero ya era tarde, yo iba lanzado y desistieron en pocos metros. Llegué a meta contento, con fuerza. El Oasis, idílico, con sus palmeras y las mesas preparadas para la barbacoa que tomaríamos de comida.

Duchas con agua caliente, y bar con cervezas fresquitas…que más se puede pedir.

Otro de los momentos emotivos de esta carrera, es que por tradición, tanto en la segunda como la tercera etapa, todos los corredores van al arco de llegada para aplaudir al último clasificado. Es todo un detalle y desde luego, la cara de felicidad que tenía la mujer que llegó corriendo y veía a todos los compañeros de carrera aplaudiendo y animándola, era de una felicidad extrema.

Comimos relajados todos, comentado todo lo que habíamos vivido durante estos días, sabiendo que llegábamos al final.

Después de la comida, al salir con la bolsa de deporte y las zapatillas en la mano, se me acercó un niño gritando y señalando “zapatillas”. Le di una zapatilla que agarró como un tesoro, cuando otra niña me pedía la otra. Le dije al chico, necesitarás las 2, no? Y le di la segunda zapatilla quedándose abrazado a ellas.

Cogimos los 4x4 de vuelta para el hotel Xaluca de Arfoud, donde pasaríamos la tarde relajados en la piscina.

Por la noche, se celebró la entrega de premios, no solo a los ganadores –trofeos, sino a todos los que finalizaron la prueba, que fueron llamados por su nombre para subir a recoger la medalla, que estaba personalizada, y además era un fósil en forma de medalla grabada. Una excelente forma de acabar la experiencia de esta carrera.

Tras la cena, y aunque apetecía quedarse uno comentando y charlando tranquilamente, fuimos a descansar, pues al día siguiente, salíamos a las 5:00 en dirección Casablanca, donde haríamos escala 5-6 horas, que aprovechamos para visitar la segunda mezquita más grande del mundo, con capacidad para 25.000 personas, y dar una pequeña vuelta por la ciudad.

Ya de regreso en Madrid, despedidas con todos los corredores y acompañantes, pues al final, se forma un grupo agradable de gente. Todos muy contentos por la experiencia y por la fantástica organización durante todo el viaje. Experiencia sin duda para repetir. Quién sabe si algún día !!

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario