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martes, 22 de mayo de 2012

Maraton Madrid - 22 Abril de 2012

MADRID, TODO EMPEZÓ AQUÍ

En la Maratón de Madrid, aquí empezó todo. Siempre había tenido la ilusión de correr una maratón, no sabía cuándo lo haría, ni sería capaz de hacerlo, pero la ilusión y objetivo ahí estaba. Yo ya corría algunas medias maratones, y hasta disfrutaba de ellas, pero la Maratón era un objetivo demasiado grande para mí, lo veía imposible.
Corría el año 2008, cuando después de correr la media maratón de Madrid, me enteré de que mi gran amigo Nacho iba a correr nuevamente la Maratón de Madrid. Esta vez, no había tenido mucho tiempo para prepararla y no sabía bien si acabaría, por lo que lo iba a intentar a un ritmo lento y cómodo. El plazo de inscripción económico, había ya finalizado, pero decidieron prorrogarlo  para que se apuntara más gente. Entonces comprendí que esa era la señal, todo se me había puesto de cara, y que ese era el año en el que yo debutaría en el Maratón, era mi oportunidad. Quedaba tres semanas, y yo desconocía muchas cosas de este mundillo, por lo que con la única preparación de la media maratón, posiblemente no fuera suficiente para poder acabar la maratón, pero lo iba a intentar.
Empezamos puntualmente a las 9.00h metidos en el pelotón de gente, sin una gran organización, y empezamos a correr a nuestro ritmo lento. Nacho iba sujetándome, pues mi cuerpo al principio me pedía un ritmo mas alto, y él me decía, tranquilo, regula, que esto es muy largo. Iba controlando kilómetro a kilómetro los tiempos, para ir clavando lo programado. No quería que nos adelantáramos y que malgastáramos energía. La primera parte de la carrera, era muy bonita, se pasa por todo el norte y centro de Madrid, la canción de Carros de Fuego suena en Guzmán el Bueno y la entrada a Sol es espectacular. A partir de ahí empiezas a notar un cierto cansancio. Habíamos cruzado la línea de la media maratón y psicológicamente te empiezas a preocupar; nunca has corrido tan lejos. Todo lo que vayas haciendo se va convirtiendo en tu propio record personal. Al llegar al km 25, en la Casa de Campo, las primeras rampas se empiezan a atragantar. Intenté comer algo, un preparado dulce de manzana que realmente estaba asqueroso, pero el problema vino con mi rodilla, que dijo basta. Siempre había tenido problemas con la rodilla, una tendinitis más bien crónica y tras 2h30 minutos corriendo, empezó a dolerme y me impedía seguir corriendo. Era el km 27. Quedaban 15 km, por lo que yo sabía, que incluso andando, acabaría dentro del plazo máximo establecido, que es 6 horas. Eso ya me bastaba. Iba a acabar una maratón.
Durante esos 15km sufrí muchísimo, tanto andando como corriendo. Hacia muchísimo calor y los kilómetros de hacían eternos. Durante todos esos kilómetros, Nacho se quedó conmigo, dándome ánimos. Durante esos 15 kilómetros, Nacho se hizo más grande si cabe para mí.
El sufrimiento iba a más, el dolor de la rodilla era insoportable, el calor asfixiante y el recorrido no ayudaba, era casi todo en subida. Se hizo largo, muy largo, pero conseguimos llegar en torno a las 5 horas, 45 minutos más tarde de lo planificado. Tenía tanto dolor en las rodillas, en los pies, en los músculos, estaba destrozado. Me prometí que nunca más volvería a correr una maratón. Ya lo había hecho, había cumplido mi sueño. Y ya me valía.

24 horas mas tarde, los dolores musculares empezaron a ligeramente disminuir, pero aumentaron los de los pies y uñas (era como si tuviera clavadas agujas), a la semana se pusieron negras y alguna se cayó meses después. Pero la mente empezó a valorar lo que había hecho y a elegir los grandes momentos y a olvidar los malos, y pensé, bueno, si algún día corro otro maratón, cosa que no creo, será en Nueva York, ese si que debe ser espectacular.
Y así fue, el año siguiente estaba en Nueva York, y luego en Berlín, y luego en….y de momento no he podido parar.
Ahora, con 5 maratones en mis espaldas, o mejor dicho, en mis piernas, la preparación que hago es distinta. He aprendido muchas cosas  en estos años y en estas carreras, por lo que los entrenos, aunque duros, sé que son la base para luego disfrutar del maratón y de no pasarlo mal. Hago un planning de entrenamientos, pero también un planning perfecto de las carreras a  nivel psicológico y de abastecimiento. Memorizo el recorrido, los puntos de avituallamiento, que dan en cada punto, como son las calles, donde están las subidas, cuantos kilómetros son las zonas más duras, donde quedar con amigos y familiares para que te den ánimos y sentir que la carrera es corta y que en el próximo kilometro vas a ver a alguien querido.
Este año iba a correr con mi gran amigo y compañero de aventuras Perico. Sería nuestra 4 maratón juntos. Se había estado preparando muy bien durante los últimos meses, había cogido mucho fondo físico, había perdido peso y estaba muy mentalizado para afrontar esta dura carrera. De eso le hablaba yo continuamente. Quería que supiera que la Maratón de Madrid es la maratón urbana más dura del mundo. Sus numerosas cuestas y sus zonas rompe piernas, hace que los atletas de élite se piensen mucho venir a correr aquí. De hecho, muy pocos vienen.
Por si fuera poco, a finales de abril en Madrid, puede hacer mucho calor, por lo que se juntan dos factores que irán disminuyendo las energías de los corredores en esta carrera.

El viernes previo a esta carrera, quedamos para ir a la Expo del corredor, recoger el dorsal, dar una vuelta y sentir un poco que la carrera ya está en el ambiente. Por la noche, quedamos para hacer la tradicional cena de la pasta. Estábamos en nuestra propia ciudad, pero queríamos vivir un poco el ambiente de la carrera, tal y como lo habíamos vivido en nuestras anteriores experiencias (NY, Berlín, Chicago).

Amaneció en domingo, y me puse la equipación de guerra. Iba a afrontar nuevamente este reto, este difícil maratón, al que tenía un gran respeto y por qué no decirlo, un poco de miedo. Afortunadamente el tiempo no iba a superar los 18-19º C, por lo que eso que teníamos a favor. Era una gran noticia y teníamos que aprovecharla.


Quedamos muy cerquita de la salida. Durante la semana, habíamos charlado con Nacho, que aunque estaba inscrito, había estado lesionado todo el invierno,  y hasta tuvo que infiltrarse el pie, porque le molestaba para correr, por lo que aunque decía que iba a ir, pero no quería quedar con nosotros pues no quería forzarse. Me apenaba su decisión, pues para mi correr con él es un gran placer, pero respetaba su decisión. Aun así, a las 8:30 apareció en nuestro punto de encuentro, y nos dimos un gran abrazo.
Nos fuimos a la posición de salida y se vino con nosotros. Yo no quería ni preguntarle. El caso es que parecía que nos acompañaría corriendo.
El ambiente estaba animado. Muchos extranjeros (decían que unos 4.000) para un total de 19.000 corredores. Muchos de ellos iban a correr sólo 10 kilómetros, pero nos acompañarían en el recorrido hasta los primeros 3 km. Se dio la salida, y tardamos unos 7 minutos en cruzar el arco. Se notaba que éramos muchos. Empezar a correr a nuestro ritmo no iba a ser fácil con tanta gente. Los kilómetros cayeron rápido, sobre todo al principio y en el km 3, cuando nos separamos los que íbamos a correr 42 km y los que corrían 10 km, éstos últimos empezaron a aplaudir para darnos ánimos; fue una sensación muy bonita y espontanea.
Como en otras ocasiones, los primeros kilómetros nos los tomamos con calma, para ir cogiendo ritmo. En Plaza Castilla estaba Belén para darme mi botella de agua con glucosa, y posteriormente, en el km 11, Cristina, para darme la bebida isotónica. Previamente en el km10, estaban mis padres que por fin habían podido acudir a una carrera juntos para verme. Me hizo mucha ilusión.
Estábamos en el km16 y de momento seguíamos corriendo los 3, a buen ritmo. Miraba a Nacho y parecía que iba bien, que aguantaba, pero el metro de Sol estaba cerca y era toda una tentación retirarse en ese punto. Yo empecé a notar bastante cansancio muscular y ciertas rozaduras en los pies. Era muy mala señal. Era demasiado pronto. Quedaba tanto de carrera, que como fuera a más, no sé cómo iba a poder aguantar. Pasamos por Sol con rapidez, para evitar tentaciones, y llegamos enseguida al Palacio Real. Cruzamos el arco de la media maratón en 2h03, no estaba mal. El tiempo en sí, no era lo más importante.
En el Parque del Oeste hicimos una parada técnica y ahí…perdimos a Nacho. El ya había hecho otras 3 paradas técnicas, y siempre nos habíamos vuelto a juntar, pero en esta ocasión no sabía por dónde estaba, si por delante o por detrás. También pensé que quizá había preferido despedirse de nosotros sin que sufriéramos.
Continuamos Perico y yo corriendo por la Av. De Valladolid a buen ritmo sostenido hasta el km 25, donde….nos volvimos a encontrar a Nacho, que estaba esperándonos. Se había encontrado a Carmen y le dijo que no habíamos pasado todavía. A los 20 segundos ahí estábamos, todos juntos otra vez para afrontar mi mayor pesadilla: La Casa de Campo. Mi autentico muro. Mi mente estaba muy preparada para ello, e incluso recordaba el punto exacto donde la última vez mi rodilla dijo basta y tuve que comenzar a andar. Los kilómetros fueron pasando, justo hasta ese km 27, y fue Perico el que me dijo que nos fuéramos, que el ya seguía, pero más tranquilo. Aflojamos un poquito para que pudiera recuperarse y seguimos, pero otra vez nos dijo que nos fuéramos. Yo ya sabía lo que significaba. Nos chocamos las manos y continuamos nuestros caminos. Sabía que el acabaría, solo que, le gusta disfrutar más de la carrera.
En el km 30 cogimos el gel GU energético de milagro. Quedaban bastantes pocos. Creo que nuevamente una gran falta de organización. Te da la suficiente energía para salir de la Casa de Campo, con su gran última rampa de la Puerta del Angel. Ahora Nacho y yo fuimos hablando durante mucho tiempo, de nuestras cosas, de experiencias pasadas, y eso hace que sea muy agradable correr con él. Los kilómetros pasaron deprisa y así, pudimos afrontar los últimos kilómetros más duros más relajados mentalmente, del 37 al 41 es todo subida y poco a poco, con los ánimos del público y con nuestros propios ánimos se me hizo bastante corto. Aquí ya adelantábamos a mucha gente. Yo lo llamo los muertos andantes, son cientos de ellos, que siempre aparecen en los kilómetros finales de las maratones. Es donde se ve la gran dureza de esta prueba.
Llegamos a Alfonso XII, km 41, y con la Puerta de Alcalá al fondo, fue donde tuve mi pequeño bajón mental. No sé por qué sucedió, pero en cuanto me despisté, se me hizo como un muro brutal. Fueron pocos metros, pocos segundos. Reaccioné a tiempo, además quedaba 1,5km, por lo que conseguí recuperarme, sobre todo mentalmente, y afrontar la última gran subida por la calle de Alcalá, antes de entrar por la Puerta de Carruajes del Retiro. Ahí, en esos 500 últimos metros, estaba concentrada gran cantidad de gente y empezamos a aplaudirles y animarles, y ellos a nosotros, y cada vez más y más, y cada vez corriendo más deprisa. La gente pensaría qué par de locos, pero nosotros íbamos emocionados, por llegar, por lograrlo, dando palmas al público y acabando tanto física como emocionalmente en plenitud. Qué gran sensación, qué gran diferencia con mi primera Maratón. Nos abrazamos, nos felicitamos.
Qué tío más grande, con la poca preparación que llevabas, le dije, y él me contestó: Y tú que máquina. Qué maquinas somos!
Perico llegó algo más tarde, disfrutando como hace de su carrera. Con el gran merito que tiene, por su gran fuerza de voluntad. Siempre digno de alabanza.
Lógicamente, ya estamos preparando nuestra próxima meta: ser ultrafondistas. Un reto al alcance de muy pocos.


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