Impulsado por
el cambio de recorrido que proponen los organizadores del Maratón de Madrid, la
tentación de volver a participar, corriendo cerca de casa, etc…hizo que me
apuntara a mi tercera Maratón de Madrid, sin pensar en exceso en el cansancio
que tendría acumulado en mis piernas tras correr el Maratón de Londres tan solo
13 días antes.
Con este
antecedente, junto con el miedo o respeto que me ocasiona correr una maratón
tan dura como es Madrid, mi objetivo y planteamiento de la carrera era
simplemente poder acabar sin agobios y sin lesionarme.
Correr el décimo
maratón de tu vida después de seis años enfrentado a esa distancia podría
considerarse una buena ocasión para jugársela a fondo, pero es tanto el respeto
que se le tiene a la distancia que lo que uno quisiera es salir huyendo
pretextando cualquier cosa, qué sé yo, que se te ha olvidado la gorra, que
tienes que comprar el pan o el regalo del día de la madre, y cosas así. O que
tienes una rodilla echada a perder, por decir algo: las lesiones de rodilla son
muy socorridas en estos tiempos de andar de rodillas.
Lo que pasa es
que nadie te creería, y entonces te toca correr. Quedas con Peri, y al fin y al
cabo sales y enfilas la Castellana en medio de un pelotón en el que se han
colado centenares de runners (como dicen ellos) que van a un ritmo
descaradamente inferior al del cajón de donde han salido, de modo que toca
aguantarse y esperar a que se vaya aclarando el panorama.
El día amaneció
soleado y con una temperatura máxima de 19-20ºC. Ideal para correr, e incluso
algo excesivo el calor, pero para lo que había hecho hace unos días, pues muy
bien.
Habían
retrasado unos cientos de metros la salida con respecto a otros años (Cibeles
frente a Colon) y habían organizado la salida de los corredores de 10 km – unos
7.000- a las 8:30, por lo que “solo” saldríamos unos 22.000.
Lamentablemente,
no había separación entre corredores de media maratón y maratón, por lo que los
primeros kilómetros fuimos algo más apretados.
A pesar de mi
planning conservador, Perico quería forzar un poco el ritmo. Se sentía con
fuerzas. Seguro de sí mismo. Se había preparado específicamente para este
maratón, por lo que los primeros kilómetros de ligera subida por toda la Castellana,
hasta el kilómetro 6, fuimos a un ritmo superior al previsto.
El público,
inexistente, y los pocos que había eran simples espectadores. Nada de
animación. Igualito, igualito que en Londres….ya sé que no se debe comparar,
pero es que es inevitable!!
Tras saludar a
todos los familiares involucrados en la maratón, padres, suegros y familia, que
estaban en los primeros 6 km, empezamos la parte “fácil”, bajando por
Castellana y Bravo Murillo, hasta llegar a la Glorieta de Cuatro Caminos. En
esta ocasión, tomaríamos el puente de Joaquín Costa en sentido inverso al resto
de los años.
Habíamos aumentado
el ritmo y Peri iba muy cómodo y animado. Yo por mi parte iba con molestias en
el cuádriceps desde el km 3, y deseando que el ritmo fuera más tranquilo, pero
Peri tiraba de mí sin piedad. En ocasiones, hasta me descolgaba un par de
metros.
Pronto, llegamos
a la zona céntrica, gran bajada por San Bernardo, inclusa demasiada inclinación
hacia abajo, donde los cuádriceps se quejan en gran medida, “pequeña” subida
por Gran Vía, y bajada por Preciados para llegar a Sol.
Ahí, oigo la
música, veo algo de público y me animo a correr. Era el km 19, con mucho
cansancio, pero me da un subidón. Peri me comenta que “ha despertado la
bestia”. Llevaba un kilómetro sin hablarme, por lo que le pregunto qué tal va,
y me comenta que empieza a estar algo cansado. Pasamos la media maratón, 7
minutos por debajo de mi anterior Maratón de Madrid. Teníamos un gran margen
para regular y poder hacer una buena carrera.
Siempre me ha
entrado la duda en las maratones de si correr de menos a más o de más a menos.
En esta ocasión, habíamos ido fuerte. Seriamos capaces de mantenerlo o lo
pagaríamos en la segunda mitad?
Tras llegar al
km 26, entramos en la Casa de Campo, donde daban un gel energético para
afrontar la segunda parte de la carrera. Las primeras cuestas se empiezan a
notar en las piernas, pero vamos a buen ritmo. Este año sólo correremos 4km por
la Casa de Campo (frente a los 8km de ediciones anteriores), por lo que mentalmente
estamos mejor preparados. La subida de la salida de la Casa de Campo por la
Puerta del Angel no la recordaba tan fuerte…además, empieza a apretar el calor.
Quedaban 12 km y ya se oían gritos de que ya está acabado la maratón. Y posiblemente sí, pero
ahora venía la parte más dura. Ocho de esos 12 km eran picando hacia arriba, y
con el cansancio acumulado, iba a ser duro, muy duro.
Llegamos sobre
el km 34,el famoso muro, y nos animamos para poder seguir aguantando. Le grité
a Peri que llevaba 34 km sufriendo y aguantando y que ahora era él, el que tenía
que sufrir y aguantar. Empezábamos a estar tocados. Subiendo ya hacia Atocha, km
37, Perime hace un amago de pararse. Le animo a que siga. Aguanta otro medio kilómetro.
Me dice que siga, que yo voy bien, que nos veremos en meta. Sigo a mi ritmo
cansino la subida, sin fuerzas para rebatirle. Al menos ha sido la distancia
más larga que he corrido con él en una maratón. Sólo le falta un puntito más.
En realidad,
si yo no hubiese corrido con Peri hasta ese km, probablemente hubiera
abandonado, o seguido pero a un ritmo tremendamente más tranquilo. Tenía las
piernas muy agarrotadas, pero la fortaleza mental que me ha dado el realizar un
Ironman y la experiencia de las otras 9 maratones, hacían que yo siguiese
corriendo. A mi ritmo.
Adelanto ya a
muchísimos corredores que no podían con el sufrimiento de estos últimos km.
Al llegar a
Atocha, quedaban 4km, 4 km de un recorrido nuevo, donde casi 3 km eran de
subida “ligera” hasta Colon, atravesando Goya y llegar a la Plaza del Marqués
de Salamanca. Se hicieron largos. Largos y duros. Había bastante más animación
de gente. Gente que veía el sufrimiento en nuestras caras y nos daban ánimos
para seguir, para alcanzar la meta, para alcanzar la gloria.
El ultimo
kilometro aprieto los dientes, y sin querer miras el crono. Sabes que vas a
bajar tu marca en Madrid en 10 minutos. Toda una proeza, tan solo 2 semanas
después de Londres.
Llegas muy
contento y a la vez, muy cansado. Pero feliz del reto logrado.
Alcanzar las
10 maratones que me había propuesto hace tiempo, pero faltándome una Major como
Boston, o 2 si incluimos a la nueva incorporación, Tokio, creo que fácilmente
doblaré mi objetivo y colgaré las zapatillas más bien cercano a los 20
maratones. O no?
CONCLUSIONES AL NUEVO RECORRIDO
Que ya
entiendo que Madrid es así, y que el que no lo conoce flipa de la de toboganes,
cuestas pronunciadas, bajadas de las que duelen los cuadríceps y ese largo
tramo final para arriba que te vas encontrando por el camino. En cuanto al
nuevo recorrido de MAPOMA, es muy similar en dureza. Mucho. Y aparentemente es
más fácil, pero no.
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